miércoles, 20 de febrero de 2008

Hay que saber cómo

He recibido pocos regaños en mi vida.

Afortunadamente tengo bien escondidos aquellos que marcaron mi niñez. Obviamente los que más me avergüenzan son los que recibo a esta edad porque la mayoría han sido filosos e intensos.

Quien regaña tiene que tener tacto, sutileza, encanto, cariño... Si el regaño es largo, lo único que genera es rencor o dolor.

A mí, cuando me ha tocado darlos, se me sale el sarcasmo. Espero no haber hecho llorar a nadie.

Por eso, hay que saber cómo. Y el mejor regaño es aquel que se da con una sonrisa sincera y que te recuerda entrelíneas cuánto te quiere la persona que te lo da.

Ese tipo de reprimendas te recuerdan que sos humano, imperfecto y aún así, querido.

No hay comentarios: