viernes, 27 de febrero de 2009

¡¡¡Conciertazo!!!

Estuve en el concierto de Café Tacuba la noche del miércoles.

Confieso que me sorprendieron mucho las rolas viejas que tocaron y me las disfruté con cierta nostalgia... pero más aún, las nuevas.

Recordé a varias personas del pasado y reflexioné las razones por las que decidí sacarlas de mi vida. Desde entonces he tenido un poquito de paz en mi corazón.

Cosas curiosas las que vinieron a mi mente esa noche...


domingo, 22 de febrero de 2009

Ciudad de ciegos

Hace algunos días terminé de leer "Ensayo sobre la ceguera" de José Saramago.

Me cayó justo en un buen momento en mi vida. Me ayudó a confirmar algunos pensamientos que ya me andaban rondando. Ahora no me siento tan ingenua.

Últimamente me asusta la rabia que invade a la gente de Guatemala. Me horroriza que le deseemos el mal a las personas que nos hacen daño.

Si nos asaltan, nos golpean, nos maltratan psicológicamente o nos matan a algún ser querido, lo más probable es que le deseemos la muerte a los culpables. Y si no la muerte, pues que todo les salga mal y que se queden tan solos, que sus recuerdos y arrepentimientos los torturen diariamente.

Pero, a mí me cuesta hacerlo. Sinceramente, si alguien me hizo daño, no le puedo desear el mal. Mi corazón no puede sentir eso.

Estoy muy segura de que la vida sabrá cobrarle a esa persona todo el sufrimiento que causó. Y el sólo hecho de pensar en esto, me hace sentir triste: que tengamos que pagar por aquello que no reflexionamos antes de hacerlo.

El libro de Saramago me hizo pensar que no soy la única que siente todo esto. Que no soy tan ingenua, al pensar que nadie se merece ninguna tragedia, ninguna desgracia.

Pero también es cierto que, a veces, un rato de ceguera te ayuda a caer en la cuenta y a cambiar de actitud.

Aquella persona que es fiel a sus principios y que procura lo más que puede, evitar la violencia y los pensamientos negativos hacia los demás, sobrevive con los ojos más abiertos que de costumbre; se niega a perder las esperanzas y resiste, con la vista clara y lúcida en esta ciudad de ciegos.


jueves, 12 de febrero de 2009

Difícil antojo nocturno


Me gustaría ir a tomarme una copa de vino o un tarro de cerveza a algún lugar cómodo e íntimo, en el que pueda escuchar jazz, soul o blues en vivo.

Siempre me han llamado la atención Nueva York y Nueva Orleans, porque sé que se puede caminar por cualquier calle y encontrar un lugarcito así.

Quiero, un poco de Miles Davis, Louis Armstrong, Etta James, Ella Fitzgerald, Dinah Washington, Billie Holiday, Nina Simone. O si no, algo de Norah Jones, Corinne Bailey Rae, Cat Powers, Erykah Badu, Sade...

¿En dónde puedo cumplir este antojo, aquí en Guatemala?

Para el anónimo...


Si me anda buscando, Anónimo, escríbame a mi mail...

martes, 10 de febrero de 2009

La mochila rosa*

Mi hermana amenazó con irse de la casa.

Siempre lo hacía después de discutir con mi madre, pero nunca se iba en realidad.

Ese día, hablaba en serio.

Agarró la única mochila que tenía -una plástica pequeña, de color rosa que le había regalado su padrino la Navidad pasada- y la llenó solo con una mudada. No metió zapatos ni suéteres.

Atravesó el patio de la casa bajo una llovizna que empezaba y se puso la mochila en los hombros.

Mi mamá la veía desde la cocina, inexpresiva. Se despidió de ella con un movimiento de manos y aparentó continuar en sus quehaceres.

Yo, mientras tanto, veía la escena desde el pasillo. No sabía si correr hacia mi hermana o hacia mi madre… no sabía cómo convencerlas de que las peleas no llevaban a nada bueno.

Mi hermana logró llegar hasta el zaguán y entre lágrimas, se despidió de todos, gritando sus nombres. Incluso el del chucho.

Cuando escuché el somatón de la puerta, salí corriendo pensando en al menos, darle un abrazo.

El chucho corrió detrás de mí, chillando.

Al llegar, mi hermana aún estaba dentro. La encontré sentada en el piso, abrazada de su mochila rosa.

En cuestión de segundos, había comprendido que sus escasos 12 años de edad, no eran suficientes para poner un pie fuera de la casa sin su madre.

Me senté a la par de ella. Intenté hacerme la fuerte, pero sólo logré unirme en los sollozos. Nos abrazamos.

Minutos después, mi mamá se acercaba con la tacita preferida de mi hermana, rebosando de chocolate caliente.

*relato basado en hechos reales, dedicado a ella... mi hermana ;o)

lunes, 2 de febrero de 2009

El día que fui una "extra"

Salimos casi a medianoche de mi casa con rumbo a San Bartolo.

Éramos 4 mujeres y un hombre. Sólo una de nosotras tenía experiencia. El resto, íbamos por solidaridad y por amor a la causa.

Habíamos sido convocadas días antes, para actuar en el corto de Sergio Ramírez: "Hoy sí".

Debido a que yo sería una "extra", tuve acceso al guión hasta esa madrugada.

A pesar del frío de fin de año y del sueño interrumpido para esta tarea, estaba entusiasmada y quería conocer cada detalle de mi intervención.

Me pareció muy curioso que, sin tener experiencia, me sentí muy cómoda con todo. El desvelo, el frío, las atenciones del crew, el lenguaje entre los técnicos... Probablemente se me hizo más sencillo acoplarme porque la mayoría de personas que me rodeaban eran conocidas. Y también porque las escenas en las que yo participé, las filmaron en esta finca (en San Bartolo) que me transportó a un pueblo antiguo. Sus casitas de adobe al lado de un camino de terracería, me recordaron a mis días de infancia en Rabinal.

Cuando llegamos al lugar, todavía estaban preparando el set en el que se desarrollaría una fiesta, como parte de la historia.

Mi única misión era bailar pegao' y pretender un ligero estado de ebriedad.

Un par de horas de espera y pronto recibí instrucciones para vestirme con un atuendo reservado para mí.

Entre todas las "actrices" elegimos los accesorios y el maquillaje más adecuado. La encargada de estos menesteres no estaba, así que, en estos proyectos de bajo presupuesto, le toca a una hacer de todo.

¿De dónde me salía tal experiencia? No lo sé. Yo me divertí.

Tenía que aparentar que me encontraba en la costa, pero en realidad, temblaba del frío a las tres o cuatro de la mañana.

El director -Sergio Ramírez- nos ubicó en las posiciones y nos dio apenas algunas indicaciones. Lo demás, debía salir de nuestro corazón. ¡Improvisemos pues!

Una, dos, cinco, siete tomas...

¡Pato, tengo frío!

El abrigo que llevé me cobijaba sólo unos minutos. No había tiempo qué perder. Al reiniciar la grabación, volvíamos a destaparnos y a continuar el baile al compás de música imaginaria.

Cuando el Director estuvo satisfecho, nos dio luz verde para ir a descansar.

Regresé a mi casa a las siete de la mañana; molida, congestionada y un poco adolorida por el esfuerzo que mis músculos hicieron para no tullirse del frío.

Estoy segura que mi imagen apenas aparecerá un segundo en el corto y ni siquiera será muy clara, pero no me importa. Aquella madrugada, me sentí solidaria con el gremio.

Así que, ya saben amigos y amigas cineastas. Ya me manejo en eso de ser una "extra".

;oP

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Por cierto, estén pendientes del estreno. ¡Se anunciará muy pronto!