lunes, 8 de junio de 2009

Compañías misteriosas

Hace algunos años, me sucedían a menudo, dos cosas curiosas. Hasta el momento, no he podido encontrarles una explicación.

Compañía misteriosa No. 1: los perros callejeros
Mientras caminaba por las calles de San Pedro La Laguna, de día o de noche, en sobriedad o pasada de tragos, me perseguían uno o dos perros callejeros. Caminaban a mi lado como si me hubieran acompañado toda la vida. Si se distraían por ahí con algún poste o con un arbusto, corrían de regreso a mí.

Yo tenía, más o menos 24 ó 25 años y me sentía muy enamorada, feliz y completa.

A partir de ahí, observé que también me sucedía en la ciudad y algunas veces, lo hacen los perros de mis amigos.

Compañía misteriosa No. 2: las miradas penetrantes de los niños
Si un niño o un bebé se subía a la camioneta y su madre los ubicaba cerca de mí, resultaba clavándome sus ojos. Yo sentía que me estudiaban. Muchas veces, me sentí amenazada y tuve que retirar mi vista porque empezaba a temerles.

A veces me sucedía mientras caminaba detrás de un bebé en brazos de su madre.

Ayer estaba recordando estos episodios e intenté -por onceava vez- encontrarles una explicación, pero sigo sin aterrizarla.

Con el paso del tiempo, ha disminuído esa supuesta fuerza de atracción entre los perros, los niños y yo. Pero si de nuevo me sucede (lo cual ahora es muy esporádico), se me agolpan estos recuerdos y me vuelve a invadir la incógnita.

¿A alguno de ustedes le ha pasado?

1 comentario:

Prado dijo...

Suena raro pero a mí me pasan ambas cosas. Es mas, nunca entendí a los perros de Santiago. Quiza era por el olor a Macdonalds que a uno se le impregna en la ciudad.
Y los niños, qué te digo, a veces se ríen otras veces sólo me ven. Creo que ven uno de los suyos, con un bigote que no sale parejo. Eso.