jueves, 27 de agosto de 2009

Eterna adolescente

“Qué triiiiste se oye la lluvia, en las casas de cartóooon”, canta con voz chillante la mujer que ha establecido una especie de campamento imaginario a las afueras del Palacio Nacional de la Cultura. A las canciones de protesta suele acompañarlas de gritos revolucionarios y consignas de izquierda. Ya la gente está acostumbrada a oír sus agudos lamentos a cualquier hora del día. Nadie sabe su nombre, ni su edad, ni el momento en el que empezó a llegar al Palacio.

Por momentos, pareciera que el mundo se detuvo en su diminuta figura, justo en el momento de una gesta rebelde que nunca termina de suceder en su cabeza. Da la impresión de encerrar debajo de su ropa holgada, a una adolescente ilusionada y enérgica. Sus rizos canosos contrastan con su moreno rostro, escaso de arrugas.

Hoy por la tarde bailaba al compás de su propia música mental, mientras se movían en su ropa, trozos de tela blanca que había cosido estratégicamente.

Para los transeúntes, ella siempre está sola, pero para sí misma la compañía es permanente: a menudo sostiene conversaciones con un “señor presidente” a quien nadie puede ver; otras veces olfatea y recita poemas a las rosas del jardín y algunos días, le sonríe dulcemente a las mujeres que pasan a su lado, mientras pide “mis cinco centavitos, por favor”.

viernes, 21 de agosto de 2009

Las cosas más conmovedoras

Algunos productos audiovisuales dejan mucha melancolía recorriendo mis venas. Siempre termino suspirando, con la frente un poquitín arrugada y a veces, con ligeros nudos en la garganta. Aquí les menciono los que más he tenido presentes en estos días.



Beirut

No sé qué es. Sus letras no son depre. Los instrumentos que utiliza son como de feria de pueblo -lo cual debería hacerme sonreír-, pero es imposible. Creo que es su voz. Tiene un dejo de nostalgia por algo o alguien. Pareciera que el chavo me está transmitiendo su soledad, su tristeza, su vacío... o tal vez sólo me comparte una exploración en solitario. Tal vez los músicos que lo acompañan también son como él, almas errantes.




The science of sleep

Me deja tanta ternura, que me aflije. Pienso en Michael Gondry y en su permanente niñez, en lo que los sueños han generado en su vida y me lo imagino teniendo constantes revelaciones que le caen como lluvia de pica pica y que él recibe como cuando los niños reciben un premio.




Radio La Colifata

Este documental me produce unas ganas terribles de declararme loca, sólo por tener como aliada a la poesía y por abrazar el desenfado para expresar lo que pasa por mi cabeza, como los pacientes de ese hospital psiquiátrico.




The Wrestler

Las lágrimas de un hombre lleno de músculos inflados y cicatrices, el vacío de sus ojos y la rutina decadente de su vida, le desgarran el alma a cualquiera.

martes, 18 de agosto de 2009

Instantes urbanos

El semáforo tarda en cambiar a verde, el mismo tiempo que se toma una mujer en pagar y bajar de un taxi blanco. Lo primero que toca el pavimento, es una de sus zapatillas de lentejuelas plateadas que lanzan cegadores destellos a los conductores que esperan en fila. Lo segundo, es un par de piernas flacas y pálidas a las que siguen una falda corta de lona. Su portadora está a un paso de integrarse a la ciudad, de convertirse en una más de las miles de almas agitadas que la transitan.

Sus pasos acelerados se topan con un quiosco portátil que rueda por la calle, empujado por su dueño: un vendedor de chicles que ha sellado herméticamente su negocio con tablas de madera y que lo ha convertido en una caja azul con ruedas. Seguramente lo transporta hacia algún lugar que le promete poner su mercancía a salvo.

Al atravesar la calle, una pareja de colegiales termina de besarse en la esquina. Ambos con sus mochilas al hombro y el uniforme desgarbado, entrelazan sus manos y se sonríen. Una anciana indigente los observa de reojo mientras levanta su puesto invisible de limosnas.

Todos llevan prisa: los peatones, los carros, los buses, las motocicletas. Es el momento cúspide del Centro Histórico, su instante de agitación, su hora pico. En este lapso la urbe termina su jornada laboral y la gente luce necesitada de llegar a casa. El sol, que pega de frente a las cinco y media de la tarde, hace más desesperante la huida. Su intenso color naranja, se pierde entre el rojo, el amarillo y el verde del semáforo.

A esta hora no se sabe si el sudor que corre por el rostro de los automovilistas es producto de estos atardeceres de agosto o de la urgencia de romper con la rutina de trabajo, en busca del inalterable ecosistema de su hogar, su refugio.

Un par de automovilistas bocinan violentamente. Seguro la luz ya se puso verde.

jueves, 13 de agosto de 2009

Obligado autorretrato

Siempre he pensado que mi vida empezó a los 19 años de edad. Hasta entonces, había vivido de acuerdo a las reglas familiares y en estricta obediencia. Hasta entonces, me prohibí a mí misma expresar lo que sentía acerca de mis padres, mis abuelas, mis tías y mis amigas del colegio de monjas.

Como en muchas familias guatemaltecas, a las mujeres nos correspondían los niños y el hogar. Así que, para nadie fue una sorpresa que como hermana mayor, me haya dedicado a ayudar a mi mamá en el cuidado de los más pequeños y en el aseo de la casa.

Otra cosa que venía por añadidura a mi niñez, eran los estudios. Venían hilvanados a mí, como una especie de traje sastre que iba cosiendo año con año, hasta lograr entrar en la ardua vida de trabajadora. Pero como era costumbre, la Universidad también la empecé de acuerdo a lo que mis padres querían. Me convencieron de que una Ingeniería me aseguraría un futuro económicamente estable, pero nunca me hablaron de las frustraciones emocionales que me acarrearía.

Un día, a mis 19 años, decidí cambiarme de carrera, sin decírselo a nadie. Me inscribí en Ciencias de la Comunicación. Y un par de años más tarde, me fui de casa, a vivir sola. Por fin empecé a escribir mi vida.

Descubrí en mí, capacidades que jamás había imaginado, gustos que nunca me hubiera permitido, pero especialmente supe que me gustaba expresar lo que sentía y que me sentía más cómoda si lo escribía.

Por ahí guardo varios cuadernos con una especie de poesía que hasta este año estoy rescatando. Y aún conservo varios diarios físicos que con el tiempo, se transformaron a digitales y que se han ganado seguidores por medio de este blog.

Cuando trabajaba para la revista dominical de Siglo Veintiuno, una experiencia marcó el camino que he querido seguir en esta profesión: el periodismo narrativo. Aquella historia que conté acerca de la comunidad xinca en Guatemala, me motivó a buscar una transformación en la manera de hacer periodismo en mi país.

Había podido viajar al suroriente y descubrir que, contrario a lo que decían los académicos, los xincas eran miles, estaban trabajando por rescatar su idioma y empezaban a organizarse para reclamar las tierras que les correspondían históricamente.

Luego, en el año 2004 fui becada por la Fundación Nuevo Periodismo Iberoamericano para asistir al Taller de Periodismo Cultural y desde entonces, me acerqué a Tom Wolfe, Truman Capote y Tomás Eloy Martínez.

Gracias a toda la curiosidad que quedó sembrada en mí, pude viajar a Chile, Argentina y Perú, exclusivamente en busca de literatura de no-ficción. Durante esa expedición descubrí a Etiqueta Negra y Gatopardo, revistas que aún no dejan de sorprenderme. Ejemplos que hemos intentado replicar en Guatemala junto a otros colegas, pero que han sido infructuosos.

Yo quiero escribir historias y subsistir con ello, pero desde hace varios años que esos fracasos me han hecho bajar la guardia. Eso, y el hecho de que para sobrevivir, he tenido que ocuparme en la comunicación institucional.

Hace algunas semanas que me receté una dosis más de esperanza para recordar que no todo está perdido, que aún no es tarde para continuar con lo que empecé. Ojalá vea muy pronto los frutos de este esfuerzo de ahorita. Ya veremos...

miércoles, 12 de agosto de 2009

Una experiencia de brocha gorda


¡Voy a darle una nueva vida interior a la casita del bosque!


Impregnaré las paredes de verde, robaré un poco del color café de los árboles para tenerlo en mi cuarto, volcaré la luz del sol en la cocina y lo mezclaré con un poco de fruta cítrica...


Al terminar, celebraré con un poco de incienso y música de Cocorosie.


¡Qué emoción! ¡Siento que estoy empezando de nuevo!

:o)

lunes, 10 de agosto de 2009

Curioso cambio de roles

Ayer leía el pedacito de NYTimes que Prensa Libre nos regala en su edición dominical, y me sorprendía con una nota que hablaba del cambio de roles en la sociedad estadounidense, efecto de la crisis económica.

Decía la nota que el 82% de las personas desempleadas que quedaron con la recesión actual, fueron hombres. Las mujeres conservaron sus puestos, debido a varias razones: “Las mujeres que ponen manos a la obra son mejores. No hay punto de comparación”, le dijo Carol Smith, vicepresidenta del grupo Elle, a Adam Bryant, del NYTimes. “Mi experiencia es que las mujeres que son jefas tienden a ser mejores administradoras, mejores asesoras, mentoras y pensadoras racionales.”

Además, la nota destaca que las mujeres pueden empezar a trabajar más que los hombres a partir de los años escolares. Resulta que es menos probable que los hombres estadounidenses obtengan su título universitario en un plazo de cuatro años, y se caracterizan por ser quienes tienen las notas más bajas.

Aquí en la oficina donde trabajo, observo a diario, un ejemplo claro de esa situación. Si le pido a cualquiera de los dos hombres de Informática que atiendan algún problema en mi computadora, lo hacen horas más tarde y me salen con cuentos de "restricciones de seguridad", "ataques" y explicaciones de códigos que no me interesan. Sin embargo, la única mujer de dicho departamento, me resuelve de inmediato cualquier cosa.

A los hombres, se les va el tiempo en intentar explicarnos a todos, por qué estas máquinas no funcionan. La chava, en cambio, se pone manos a la obra y sin decir pío.

“A menudo se cuestiona la competencia de las mujeres en puestos que tradicionalmente ocuparon los hombres”, escribe Alice Eagly, presidenta del Departamento de Psicología Social de la Universidad del Noroeste. “En esas situaciones, las ejecutivas pueden verse obligadas a ser mucho más competentes para que se reconozca que son eficaces”.

En conclusión, el NYTimes dice que las habilidades domésticas pueden proporcionar una ventaja competitiva. "Las mujeres que tienen puestos ejecutivos son mejores en lo que respecta a organizar prioridades. Hacen listas de tareas a realizar y establecen prioridades. Luego, ponen manos a la obra. Tal vez sea porque hacemos listas de compras”, dice Smith.

Esta situación, me lleva a pensar que muchos padres de familia estadounidenses, han tenido que permanecer en sus casas, a cargo de las tareas que antes eran exclusivas de las mujeres.

¿Será que con este nuevo rol que están asumiendo los hombres, aprenderán a ser organizados y a definir prioridades?

Por cierto, les recomiendo que lean el artículo "Women Increasingly Choosing Dead-End Careers Over Dead-End Relationships", publicado por The Onion (revista de donde tomé la foto).

sábado, 1 de agosto de 2009

El vestido

Una semana, dos semanas, tres semanas...

el vestido queda cada vez más flojo

chorrea mil sentimientos por minuto

se salpica de tinta china

intenta extender las arrugas

pero sólo logra ensuciarse.