jueves, 27 de agosto de 2009

Eterna adolescente

“Qué triiiiste se oye la lluvia, en las casas de cartóooon”, canta con voz chillante la mujer que ha establecido una especie de campamento imaginario a las afueras del Palacio Nacional de la Cultura. A las canciones de protesta suele acompañarlas de gritos revolucionarios y consignas de izquierda. Ya la gente está acostumbrada a oír sus agudos lamentos a cualquier hora del día. Nadie sabe su nombre, ni su edad, ni el momento en el que empezó a llegar al Palacio.

Por momentos, pareciera que el mundo se detuvo en su diminuta figura, justo en el momento de una gesta rebelde que nunca termina de suceder en su cabeza. Da la impresión de encerrar debajo de su ropa holgada, a una adolescente ilusionada y enérgica. Sus rizos canosos contrastan con su moreno rostro, escaso de arrugas.

Hoy por la tarde bailaba al compás de su propia música mental, mientras se movían en su ropa, trozos de tela blanca que había cosido estratégicamente.

Para los transeúntes, ella siempre está sola, pero para sí misma la compañía es permanente: a menudo sostiene conversaciones con un “señor presidente” a quien nadie puede ver; otras veces olfatea y recita poemas a las rosas del jardín y algunos días, le sonríe dulcemente a las mujeres que pasan a su lado, mientras pide “mis cinco centavitos, por favor”.

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