martes, 13 de julio de 2010

¿Qué más nos puede pasar?

Los lunes son simbólicos porque se supone que marcan el inicio de una nueva semana. Te recuerdan que hay una oportunidad más de hacer cosas, ya sea en el trabajo o con tu familia. Es una ocasión para empezar tu cronómetro desde cero, otra vez.

Teniendo todo eso en cuenta, no sé qué significa el cúmulo de hechos violentos con los que empezó esta semana. No sé si augura algo o simplemente es un recordatorio del país en el que nos hemos convertido.

El primer hecho no lo oí en las noticias. Lo oí en la ventana que tengo a mis espaldas, en la oficina: una serie de disparos a media cuadra del edificio. Al asomarnos a ver qué pasaba, nos dimos cuenta de que varios carros circulaban en contra de la vía, como huyendo de algo. No sabemos si fue un tiroteo entre varios vehículos o si fueron disparos al aire. Sólo vimos que quedó un carro abandonado y seguimos la trayectoria de tres ambulancias.

Como media hora después, mientras saludaba a una amiga en el chat, me cuenta que la están extorsionando por teléfono. Que alguien llamó a su casa y preguntó por un señor que ya no vive ahí y le pidió Q5,000 de "colaboración".

Mientras tanto, una cola eterna de carros, desfilaba frente al edificio. No sabemos qué pasó exactamente, pero así duró todo el día. Al parecer, muchos puntos de la ciudad estaban congestionados. Se oían bocinazos por doquier.

Durante una reunión en la que participé a mediodía, los jefes de área empezaron a comentar los hechos violentos del fin de semana: la muerte violenta de un ex diputado (cuyo carro quedó perforado por más de 150 balalazos), la muerte de un guardia del sistema penitenciario que iba en un microbús en compañía de 5 mujeres y una niña, quienes también murieron.

Por la tarde, un compañero nos despertó de nuestro letargo laboral, diciendo que había explotado una bomba casera dentro de una camioneta.

Y por si fuera poco, regresaron los asaltantes en moto. A dos compañeras que esperaban en un semáforo en rojo, les somataron la ventana del carro (que llevaban cerrada) con la cacha de una pistola para pedirles el celular. Ambas se dieron cuenta que tenían a un segundo motorista en la ventana del copiloto.

¿Qué más le puede suceder al ciudadano? Por más que intente ser prudente, tomar sus precauciones y acostumbrarse a vivir en paranoia, no se salva de ser víctima.

Esto me lleva a pensar ¿a qué hora me toca a mí? y a extrañarme de que no me haya sucedido nada violento a partir de que le robaron el radio a mi carro, hace un par de años.

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