martes, 31 de agosto de 2010

Adiós a la tortuga

Anoche soñé que una pequeña tortuga moría en la palma de mi mano. Le quitaba el caparazón y empezaba a cortarla en pedazos mientras la tiraba por el desagüe del lavadero.

A medida que cortaba sus extremidades, iba sintiendo cómo se desgarraba mi corazón.

Advertí una presencia femenina que me tomaba por la espalda mientras me decía "no sabía que te habías encariñado tanto con ella".

Y yo, lloraba desconsolada.


Imagen tomada de: spanish.china.org.cn

jueves, 19 de agosto de 2010

FUR

Cuando vi FUR, la película de Steven Shainberg, no pude evitar sentirme incómoda.

Que una mujer como Nicole Kidman esté enamorada de un hombre misterioso que se esconde debajo de una maraña de pelos, que la introduce al mundo de los "freaks", le desata su sed voyerista y que por lo tanto, haya abandonado a sus dos hijas y su comprensivo esposo, fue un tanto bizarro.

Pero, desde el principio la película advierte que esta historia es un "retrato imaginario" de la fotógrafa Diane Arbus. Así que, uno puede respirar un momento.

Sin embargo, al investigar acerca de esta mujer, me encuentro con una colección suya de retratos de seres de los años 50, vistos con una sutil morbosidad. Todos, marginados por alguna discapacidad física o mental. O bien, retratos que les hizo a personas "normales", pero en momentos que los hacen ver "extraños".

No puedo evitar imaginarme a Diane detrás de la cámara, observando a estas personas, maravillándose ante lo desconocido y al mismo tiempo, temiéndole.

Eso me gusta de las películas: que me dejan con algún pensamiento loco dando vueltas en la cabeza. Y ésta, especialmente, me generó los más raros.

jueves, 12 de agosto de 2010

Padecimiento en soledad

Una de las desventajas de vivir sola es que las enfermedades se padecen en solitario. Ovbiamente cuando uno se enferma, también los ánimos se enferman. Por eso, en esos momentos, la soledad no es buena aliada.

Ayer tuve uno de esos días. Mi cuerpo, por segunda vez en la vida, me reclama atención. Ya no soporta las grasas ni la comida rápida. Por eso, tuve una especie de indigestión/empacho/ intoxicación.

Entre los escalofríos, la fiebre y el dolor de cabeza, tuve que levantarme de la cama, pero no pude avanzar tanto porque se me bajó la presión y por poco me desmayo.

Toda esa escena y mi personalidad trágica, me hicieron recordar algo:

Una vecina que tuvimos mi familia y yo, en la zona uno, era una señora mayor. Su casa y la nuestra compartían un garage, por lo que siempre la veíamos salir a mediodía a comprar tortillas o al mercado. Un día, dejamos de verla y al día siguiente, también. Entonces, tocamos su puerta para saber si estaba bien. Pero nadie respondió.

La ventanita que a ella le servía para ver quién tocaba, estaba sin seguro. Así que, mi tío la empujó y pudo ver a la señora al fondo del pasillo, tirada en el suelo.

De una terraza a la otra, entró mi familia a su casa y lograron atenderla. Se había tropezado y caído, pero por su edad, no había podido levantarse en dos días.

Claro, soy una dramática. Mi padecimiento de ayer no era tan grave, pero al aproximarme al desmayo me pregunté ¿qué tal si me quedo aquí tirada sin poder levantarme?

Yo sospecho que, a raíz de lo que le pasó a la vecina (y por otros motivos que tienen que ver con fracasos sentimentales), con mi hermana Karina planificamos acompañarnos en la vejez y compartir vivienda. Lo divertido de esta idea es que, muchos amigos nos están pidiendo posada en esa "casa de viejos" que todavía es imaginaria.

Imagen tomada de santillanalejandra.blogspot.com

lunes, 9 de agosto de 2010

Viajar con los ojos cerrados

Este fin de semana viajé con los ojos cerrados a ese lugar que describe Enrique Gómez Carrillo.

Algún día quiero ser capaz de escribir acerca de un momento digamos, cotidiano, con esta sublimidad:

"Porque en este Japón singular donde las mujeres se bañan en público y donde los hombres desnudos se pasean por las calles, las Venus más locas y los más desvergonzados faunos se envuelven, cuando un pintor los evoca, en suntuosos mantos de seda. Nada de desnudeces, efectivamente, en el arte. Hasta durante los minutos de suprema epilepsia, los que se aman están representados con sus trajes. Lo único que el artista se permite, es abrir el kimono, desatar la cintura, recoger las mangas... Y es milagroso, os lo aseguro, poder hacer todo lo que estos actores de la gran comedia carnal hacen, sin desgarrar sus vestiduras. En equilibrios dignos de funámbulos consumados, retuércense y forman monstruosas figuras con dos cabezas y cuatro piernas.

"El argumento es siempre el mismo. En la primera estampa vemos al caballero que, lleno de mimos, corteja a la dama. El traje de ambos es impecable. Ni el menor ademán indica que sea aquél el primer acto de una tragicomedia de la más refinada lujuria. En la segunda página, ya una mano indiscreta ha entreabierto el kimono femenino. El rostro de la mujer indica un ligero espanto, mientras en el rostro del hombre, una sonrisa triunfal. Ya en la tercera estampa el equilibrio de los cuerpos está perdido y las cien fases del vértigo principian. Todo sufre, en efecto, y todo se crispa, durante los idilios vertiginosos. Los pies y las manos se retuercen. En los ojos se lee el asombro o el dolor. Las piernas se trenzan en inconcebibles espirales, mientras los brazos forman lazos serpentinos. ¡Y esas bocas! En este país donde el beso es desconocido, los dientes parecen tomar tanto interés como los labios y las caricias".