A veces pienso que estoy condenada a esperar y que aunque no me guste, nací para esperar. ¿Y eso qué significa? Que me persiguen situaciones en las que debo aguardar un periodo de tiempo mientras llega una persona o mientras ocurre una cosa. Y me pasa a mí, que soy una impaciente, una desesperada, una controladora, que quiero que todo suceda cuando yo lo necesito, cuando yo lo quiero.
Yo me pregunto si esta vida que me tocó, esta época en la que existo, me ha infectado con su rapidez porque todo se mueve aceleradamente y tal vez yo quiero que esa velocidad me acompañe. Sería otra la historia si me acompañara la lentitud de antes, aquella de cuando mi abuelita era niña y cuando todos respetaban el tiempo que se tomaba la naturaleza para hacer sus cosas.
Siento como si estuviera sentada en una banca, esperando a que llegue ese alguien o ese algo que me permitirá continuar con mi exploración del mundo. Y mientras llega, busco cómo entretenerme, muevo las cosas que sí puedo controlar, desarrollo otras, descubro un poco más de mí misma, pero luego me siento obligada a regresar a la banca a continuar esperando por aquello que no viene.
Muchos me dirán "vos podés salir de esas situaciones", "estás ahí porque querés" y tal vez tienen razón. Probablemente yo permito que la espera me alcance y me siente. Probablemente por eso siempre vivo con la esperanza de que suceda algo diferente en donde no me toque esperar, en donde todo camine a mi ritmo.
Probablemente por eso la espera me desespera.