Pero, lo que logré fue acumular una serie de frustraciones que me motivaron a vivir fuera de casa.
Después de nueve años de no estar con ellos, a mis hermanas -que siguen viviendo ahí- aún les cuesta trabajo lidiar con la brecha generacional. Suelen tener constantes altibajos provocados por la esperanza de que, siendo honestas y transparentes, lograrán comunicarse.
Obviamente, ese fenómeno lo genera la natural convicción de cualquier padre o madre de buscar el bienestar de sus hijos. Lo comprendo ahora que lo veo de lejos.
Lo más curioso es que los hijos, después de toda esa contradicción y batalla contra los progenitores, regresamos a casa cuando necesitamos que nos recuerden que a pesar de todo, en ese lugar encontraremos cariño y un buen descanso del mundo.
¿O me equivoco?
Foto de Marina Zamora
5 comentarios:
Cierto! esta relación tiene muchas cosas que no terminaré de comprender, es algo así como un apequeña lucha de poder, lo más divertido es que los padres tienen la razón la mayor parte del tiempo, pero deben permitir que los hijos aprendan de sus errores, decidan por sí mismos, vivan, tal como ellos hicieron...
No es odio...saber ni qué es pero no es odio jeje
Já! después de un buen golpe entendí que nunca los voy a hacer entender lo que yo quiero, así que, resignada, ya entendí que no entienden y eso hace que sea más fácil... curioso no?
Y pues yo también, después de 8 años afuera, aprendí que es más fácil encontrar la seguridad y el cariño sinceros acá adentro, aunque no sea como uno quisiera...
TE AMO HEIMANITA!!
Tenés razón Marlen. No es odio.
Y también tenés razón Kary. Sólo nos queda procurar NO repetir la miiiisma historia con nuestros hijos... siesque tenemos.
;o)
no es de comunicarse... es de estar siempre allí (pero no fisicamente !!!!) para no tener que regresar
saludos
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