martes, 29 de marzo de 2011

Cuatro trozos de corazón

Esta es la primera vez que hago el recuento de lo aprendido en las cuatro relaciones amorosas más largas de mi vida. Cada una ocupa un lugar importante en mi corazón, por la intensidad del sentimiento que algunas veces me hizo sufrir o tener mucho miedo y otras veces me dejó innumerables momentos felices.

Esta noche escribo para ustedes cuatro porque me invade una gran sensación de agradecimiento por todo el aprendizaje que me dejaron. Las menciones van en orden cronológico:

Con J todo lo que viví fue una dulce primera vez y por eso estoy muy agradecida. Nada de lo experimentado me dejó grandes traumas, sino todo lo contrario, lindas y tiernas vivencias que van desde empezar a hablar con un hombre, hacerme su amiga, hasta el descubrimiento de una caricia, una mirada de ilusión y las famosas mariposas en el estómago.

Con D descubrí lo que significa estar enamorada y todo el gozo y el sufrimiento que esa ilusión trae consigo. Con él supe que un beso en estas condiciones te puede elevar unos centímetros del suelo, provocarte taquicardia y sonrisas de larga duración, pero así también el rechazo te hunde seis pies bajo tierra, destrozándote por completo.

Con A tuve los ocho años más intensos, llenos de altibajos y extraños intercambios de papeles... primero él estuvo dispuesto y yo no, luego yo sí y él no, hasta que por fin existió una sincronía que casi nos lleva un nivel más arriba. En esta época aprendí a que es un grave y desgastante error intentar cambiar a la pareja porque de repente mis intereses cambien o porque tenga miedo de repetir patrones de conducta heredados. También descubrí que el despecho es capaz de llevarme a lugares peligrosos.

Y con L conocí tantas cosas acerca de mí misma que a veces pienso que yo sería muy diferente "si hubiera sabido antes lo que sé ahora". Tardé muchos años en llegar hasta aquí, pero agradezco que haya sido con él, con esa ternura que lo caracteriza y por sobre todo, esa paciencia. Aprendí que las decisiones de una pareja se toman entre dos y que lleva las de perder quien se enoja. Y también tuve que comprender a fuerza de golpes que la paternidad es una experiencia de amor abnegado que sacrifica cualquier cosa para sobrevivir.

A todos ellos, un abrazo desde esta distancia emocional que existe entre nosotros. Quince años después de tanto amor del bueno, me doy un merecido descanso. Ojalá me recuerden con cariño, sin reclamos, sin culpa y con muchas sonrisas.

domingo, 27 de marzo de 2011

Intenciones escondidas

Mi mente bloquea lo que se le antoja y sin mi autorización. Desvanece recuerdos de todos los sabores (dulces, amargos, ácidos, saladísimos) y de todos los colores (oscuros, brillantes, negros, transparentes). A veces mis parejas han pensado que olvido a mi conveniencia, no me creen que ya no recuerde algunas frases, momentos cúspide en nuestras relaciones, actitudes mías y suyas. "Si no lo recuerdas, nunca sucedió", me dijo uno.

Tal vez por eso empecé a escribir en mis agendas cosas diferentes a las tareas laborales. Le encontré bastante gusto a aquellas que traían una página entera por día y poco a poco las fui llenando de momentos.

Lamentablemente hay semanas perdidas y días con la página en blanco. Ahí hay recuerdos que se fueron para siempre y eso me aterra.

Cada noche, aunque llegue a mi cama muy cansada y de madrugada, tengo la necesidad de escribir lo que me pasó, lo que me afectó, lo que no quiero olvidar. Me pone nerviosa no hacerlo. Si me vence el sueño, escribo por la mañana.

Lo más extraño es que en muy contadas ocasiones he regresado a las agendas de años anteriores para ver qué estaba haciendo un día como hoy. Entonces hay veces en las que me pregunto si este ejercicio tiene realmente utilidad. ¿Cuál será la verdadera intención de llevar un diario?

miércoles, 23 de marzo de 2011

¿Qué libros tienen en su mesita de noche?

En la mesa de noche donde pongo mi lámpara hay en este momento seis libros apilados. No he terminado de leer ninguno. Los voy retomando de acuerdo a mi estado de ánimo, a la hora que tenga disponible para seguir leyendo sin prisas y a la curiosidad que me hayan dejado.

Tengo el libro de cuentos "Posdata, ya no regreso" de Víctor Muñoz, este escritor guatemalteco que conocí cuando ganó el Premio Monteforte Toledo en 1998. Me tiene impresionada con la perfección de su narrativa, o por lo menos a mí así me parece. Sus historias son "redonditas", cada detalle que menciona tiene sentido y por eso al final, uno puede amarrar todos los cabos sueltos. Rescata mucho de la Guatemala de los años 50 y yo me la paso imaginando aquella época en la que mis papás fueron niños. Algunos relatos son muy tristes y densos, pero también los hay divertidos y pícaros.

También está la novela Persuasion de Jane Austen. ¡Qué vergüenza! Este sí lo tengo ahí desde diciembre. Tal vez me ha costado avanzar porque compré la versión original, escrita en inglés antiguo y formal. Es la historia de una mujer de mi edad que vive en Inglaterra durante los años de Napoleón Bonaparte, cuando el dinero, la reputación y el título nobiliario eran lo más importante para la sociedad. Por permitir que la influenciara su madrina, deja ir al amor de su vida y lo peor es que él, por orgullo, ya no le vuelve a hacer caso.

Además, tengo el libro de cuentos "Los muertos deben morir" de Felipe Valenzuela. Este periodista guatemalteco siempre me ha caído bien por su imparcialidad en el manejo de la noticia porque también es músico y por esa energía suya que siempre contagia. Eso se refleja muy bien en su escritura, hay un peculiar sentido del humor que refresca.

Otro libro es "Alicia en el país de las maravillas" que estoy leyéndole a mi sobrino cada vez que lo veo. No le importa haber visto varias versiones de la historia en películas, para él pareciera ser la primera vez que acompaña a la protagonista en sus travesuras. Es impresionante cómo me comenta cada párrafo, por eso vamos avanzando lentamente. Yo me lo disfruto.

Y, para variar, dos títulos que nada tienen que ver con la ficción: "La travesía del emprendimiento" del joven guatemalteco Julio Zelaya. Y "¿Cómo criar a los varones?" del psicólogo gringo James Dobson. El primero es una guía para hacer realidad cualquier sueño empresarial, por muy loco que sea. Lleva de la mano al lector para que aprenda a aterrizar sus ideas, a medirlas y a ser específico en sus metas. Apenas es el Tomo 1. Dice Zelaya que está escribiendo 3 más.

El segundo me interesa porque tengo dos sobrinos hombres y veo cómo mi hermana y mi hermano libran pequeñas batallas diarias para ayudarlos a crecer con valores y principios básicos. No sólo quiero entender a estos chiquitos, sino también a los hombres adultos que conozco, como mi papá, por ejemplo. Es que, ya hojeé la versión del mismo especialista "¿Cómo criar a las mujeres?" y comprendí de dónde provienen algunos rasgos míos que me cuesta trabajo controlar, como eso que le dicen autoestima y seguridad en mí misma.

¿Será sano leer tantas cosas a la vez? ¿Estaré alimentando mi descontrol y desorganización con esta manía? Lo peor es que tengo dos libros más, pendientes. No los puse en esta mesita porque me los consiguieron en versión digital, pero ya leí el prólogo de cada uno. Son dos novelas: "El amante" de Marguerite Duras y "Ancho mar de los sargazos" de Jean Rhys.

Por favor, si ustedes están igual que yo, háganmelo saber. No quiero sentirme loca yo sola ;o)

¿Qué libros tienen en su mesita de noche?

jueves, 17 de marzo de 2011

Desayuno en la cuevita

Hoy amanecí en una cuevita que tiene ventanas de papel de china y paredes rojas con amarillo. Las hormigas, sus huéspedes permanentes, me invitaron a pasar la noche. Yo acepté de inmediato porque la lluvia se estaba haciendo más fuerte.

Para poder cobijarme ahí dentro, tuve que trepar por una enredadera metálica y una vez me acomodé en la cama, todos los peligros quedaron afuera. Me quedé dormida con la cálida sensación de una mano sobre mi ombligo.

Cuando desperté, me descubrí debajo de un grueso manto verde que me protegía del frío. Escuché que seguía lloviendo y me dio miedo. No quería irme.

¿Quién iba a querer salir de esa cuevita? ¡Y más aún cuando un ser cariñoso y dulce se ofreció a prepararme el desayuno!

martes, 1 de marzo de 2011

La vida no tiene sentido...


...pero hay que vivirla, dice Alejandro Jodorowsky.

Escuchándolo a él ya no me siento tan mal cuando me preguntan cosas y yo respondo "no sé". Él dice "no me agarro a las cosas, las estoy viviendo, las voy soltando". Y me parece una rica manera de ver mi vida.

Me cae bien este señor.