martes, 12 de abril de 2011

Recurrencias

Desde la adolescencia me persigue una imagen que ya no sé si la inventé yo o si alguien la inyectó abusivamente en mi cabeza:

Soy yo, con 90 años de edad, sentada en una mecedora, viendo hacia ningún lugar más que a mis adentros, mientras mi piel se sigue arrugando al ritmo del péndulo de un reloj. Ahí estoy, en soledad, meciéndome de atrás para adelante, en una casa demasiado grande para mi encogida existencia, demasiado ajena a mis recuerdos.

lunes, 11 de abril de 2011

domingo, 10 de abril de 2011

Lo que hacen las bouganvilias

Hace muchos años, ciertas calles de la ciudad me parecían melancólicas los domingos, cuando estaban vacías, silenciosas y sin embargo tan vivas: al pavimento lo sustituía una alfombra de hojas secas y bouganvilias color rosa, púrpura o rojo.

Muy pocas veces me daba el tiempo para caminar por estas cuadras, pues la pinche inseguridad me hizo temerosa.

Sin embargo, en este mes de abril eso ya me importa poco. Ahora me dejo llevar casi hipnotizada por esta visión de postal que me relaja. Y la sensación se hace más placentera cuando veo cómo el viento despoja a los árboles de estas flores que caen tan serenas... Imagino que las ramas lloran mientras sonríen.

Así es como se disfruta la soledad, digo yo. Debe ser una mezcla de melancolía, satisfacción, paz y lágrimas placenteras.

jueves, 7 de abril de 2011

No tengo energías para cambiar la pijama por la ropa limpia en mi cuerpo. No tengo ganas de salir de mi cama aunque el calor me humedezca la piel y me acechen los zancudos con su asquerosa sed de sangre. No quiero seguir enterándome de nuevos compromisos sentimentales, próximas bodas, nuevas uniones amorosas ni fiestas donde todos bailan y celebran. No quiero verme al espejo porque me aterran mi cabeza deforme y mis ojos de ingenua.

Lo único que me hace sonreír genuinamente es inventarme historias que me transportan a otros mundos dentro de mi propia imaginación. Las escribo, las leo, las modifico...

Dice Juan Bosch: "el cuento tiene que ser obra exclusiva del cuentista. Él es el padre y el dictador de sus criaturas, no puede dejarlas libres ni tolerarles rebeliones".

Lástima que hoy no tenga fuerzas para hacer lo mismo con mi vida.

lunes, 4 de abril de 2011

El sueño de un sábado por la noche

Una tarde me subí a un bus con destino desconocido. Ya dentro de él, empecé a buscar dónde sentarme. Decidí quedarme cerca del chofer y pegada a la ventana. Durante algunos minutos me hipnotizó la vista de afuera: una ciudad de edificios y casas grises, brillante sólo porque estaba lluviosa y casi vacía de gente.

No me había dado cuenta que detrás de mí estaba sentada una pareja (yo intuí que estaban juntos), un hombre y una mujer muy bellos, sonrientes. Los vi de reojo en el reflejo del vidrio de esa ventana que me tenía absorta. Creo que él se dio cuenta. O tal vez fue ella y se lo hizo saber con alguna señal... no lo tengo claro. La cosa es que empezaron a hablarme. La conversación era tan animada e interesante que me acomodé en el sillón y estiré las piernas hacia el pasillo. Por un momento aquella ciudad gris me pareció insensata. Le di la espalda.

Debió haber pasado una hora, cuando mis nuevos compañeros de ruta me informaron que ya llegábamos a su estación. Se pusieron de pie y se acercaron a la puerta. Una sensación de tristeza empezó a invadirme, hasta que me di cuenta que él regresó su mirada hacia mí y me sonrió pícaramente. Se bajaron.

No pude evitar continuar mi viaje con muchos suspiros, soñando despierta con miles de aventuras al lado de ese muchacho guapo. Me volví a perder en la ventana.

Oscureció. Las débiles luces de los faroles callejeros empezaron a adormitarme.

Antes de que me dejara dominar por el cansancio y cerrara mis ojos, sentí cómo se detuvo el bus en otra estación. Se encendieron las lámparas para alumbrar a los nuevos pasajeros.

Un hombre se sentó a la par mía. Era el mismo muchacho de hace algunas horas. Esta vez venía solo. Volvió a sonreírme con esa misma picardía.

Soñado el sábado 26 de marzo.

domingo, 3 de abril de 2011

Siempre me quedará...

...la voz suave del mar,
volver a respirar
la lluvia que caerá
sobre este cuerpo y mojará
la flor que crece en mí
y volver a reír...

sábado, 2 de abril de 2011

¡Escúchennos!

Ayer, durante la II Muestra de Cine Internacional "Memoria, verdad y justicia", vi el documental "Que el diablo vuelva al infierno".

Muestra los logros de un grupo de mujeres que, cansadas de ver cómo sus familias pasaban hambre y miedo, de cómo los niños desde los 8 años perdían la inocencia con un fusil en la mano, y cansadas también de las constantes violaciones sexuales perpetradas a sus hijas, exigieron la paz en una Liberia dominada por la violencia.

Con su manifestación pacífica, le dijeron a los hombres "nosotras somos su conciencia" y lograron no sólo que se sentaran ambos bandos en guerra a negociar la paz, sino que también fueron las protagonistas del desarme y las más comprometidas durante una campaña por la votación democrática. Casi que llevaron de la mano a los hombres liberianos por el buen camino.

Después de conocer esta historia, quedó en el ambiente una especie de llamado a todas las mujeres a salir del letargo, reconocer el poder que tenemos (pues nuestra naturaleza nos ha proporcionado ciertos dones como la intuición y la ternura) y a aprovecharlo para apoyar causas que parecieran perdidas.

En lo personal, me quedé reflexionando acerca de esa conciencia innata que tenemos las mujeres, esa que nos permite aconsejar a otra persona, consolarla o simplemente escucharla. Esa que nos obliga a ver más allá de nosotras mismas y preocuparnos por alguien o bien, entregarnos de lleno para cuidarlo.

No digo que el hombre sea malo por naturaleza y que nosotras seamos superiores. Para nada. Tenemos grandes diferencias físicas y psíquicas, pero eso no nos hace mejores a las mujeres. Lo que sucede es que, muchas veces nos toca agarrar con nuestras dos manos el rostro del hombre y regresarle suavemente la mirada hacia nosotras, pues se distrae con el poder, el egoísmo, la violencia y a veces, con la cobardía. Lamentablemente, algunos nos tachan de locas, nos dicen que no los comprendemos, piensan que exageramos.

Así que, hombres: escuchen a sus madres, a sus abuelas, a sus esposas, a sus novias, a sus hermanas, a sus hijas... porque si no lo hacen tengan por seguro de que se están perdiendo de información muy importante.

Y mujeres: hagámonos escuchar de las formas más sutiles posibles, fieles a nuestra naturaleza. Yo sé que es muy difícil porque a veces nos domina la rabia o la sensación de impotencia, pero debiéramos canalizar esa energía en insistir e insistir hasta que reconozcan el valor de nuestra palabra.

martes, 29 de marzo de 2011

Cuatro trozos de corazón

Esta es la primera vez que hago el recuento de lo aprendido en las cuatro relaciones amorosas más largas de mi vida. Cada una ocupa un lugar importante en mi corazón, por la intensidad del sentimiento que algunas veces me hizo sufrir o tener mucho miedo y otras veces me dejó innumerables momentos felices.

Esta noche escribo para ustedes cuatro porque me invade una gran sensación de agradecimiento por todo el aprendizaje que me dejaron. Las menciones van en orden cronológico:

Con J todo lo que viví fue una dulce primera vez y por eso estoy muy agradecida. Nada de lo experimentado me dejó grandes traumas, sino todo lo contrario, lindas y tiernas vivencias que van desde empezar a hablar con un hombre, hacerme su amiga, hasta el descubrimiento de una caricia, una mirada de ilusión y las famosas mariposas en el estómago.

Con D descubrí lo que significa estar enamorada y todo el gozo y el sufrimiento que esa ilusión trae consigo. Con él supe que un beso en estas condiciones te puede elevar unos centímetros del suelo, provocarte taquicardia y sonrisas de larga duración, pero así también el rechazo te hunde seis pies bajo tierra, destrozándote por completo.

Con A tuve los ocho años más intensos, llenos de altibajos y extraños intercambios de papeles... primero él estuvo dispuesto y yo no, luego yo sí y él no, hasta que por fin existió una sincronía que casi nos lleva un nivel más arriba. En esta época aprendí a que es un grave y desgastante error intentar cambiar a la pareja porque de repente mis intereses cambien o porque tenga miedo de repetir patrones de conducta heredados. También descubrí que el despecho es capaz de llevarme a lugares peligrosos.

Y con L conocí tantas cosas acerca de mí misma que a veces pienso que yo sería muy diferente "si hubiera sabido antes lo que sé ahora". Tardé muchos años en llegar hasta aquí, pero agradezco que haya sido con él, con esa ternura que lo caracteriza y por sobre todo, esa paciencia. Aprendí que las decisiones de una pareja se toman entre dos y que lleva las de perder quien se enoja. Y también tuve que comprender a fuerza de golpes que la paternidad es una experiencia de amor abnegado que sacrifica cualquier cosa para sobrevivir.

A todos ellos, un abrazo desde esta distancia emocional que existe entre nosotros. Quince años después de tanto amor del bueno, me doy un merecido descanso. Ojalá me recuerden con cariño, sin reclamos, sin culpa y con muchas sonrisas.

domingo, 27 de marzo de 2011

Intenciones escondidas

Mi mente bloquea lo que se le antoja y sin mi autorización. Desvanece recuerdos de todos los sabores (dulces, amargos, ácidos, saladísimos) y de todos los colores (oscuros, brillantes, negros, transparentes). A veces mis parejas han pensado que olvido a mi conveniencia, no me creen que ya no recuerde algunas frases, momentos cúspide en nuestras relaciones, actitudes mías y suyas. "Si no lo recuerdas, nunca sucedió", me dijo uno.

Tal vez por eso empecé a escribir en mis agendas cosas diferentes a las tareas laborales. Le encontré bastante gusto a aquellas que traían una página entera por día y poco a poco las fui llenando de momentos.

Lamentablemente hay semanas perdidas y días con la página en blanco. Ahí hay recuerdos que se fueron para siempre y eso me aterra.

Cada noche, aunque llegue a mi cama muy cansada y de madrugada, tengo la necesidad de escribir lo que me pasó, lo que me afectó, lo que no quiero olvidar. Me pone nerviosa no hacerlo. Si me vence el sueño, escribo por la mañana.

Lo más extraño es que en muy contadas ocasiones he regresado a las agendas de años anteriores para ver qué estaba haciendo un día como hoy. Entonces hay veces en las que me pregunto si este ejercicio tiene realmente utilidad. ¿Cuál será la verdadera intención de llevar un diario?