lunes, 23 de noviembre de 2009

Domingo de recuerdos

El silbido de la jarrilla invade la paz de un domingo en la casa de Mariela. Es la señal que estaba esperando para dejar la cama. Había pasado todo el día anterior acurrucándose en ese refugio de sábanas y ponchos, así que hoy había decidido salir a saludar al sol para recordarse a sí misma que la vida tiene momentos brillantes afuera de su habitación.


Baja a la cocina sin prisa, con las pantuflas bien puestas y la pijama todavía caliente. Prepara un té de naranja con miel, pone un poco de blues en el estéreo y sale al balcón de su estudio, a ver cómo el viento de noviembre mueve las hojas de los encinos.


El primer sorbo de su bebida matinal le recuerda el lugar en donde compró esa caja de té, un restaurante vegetariano del que ya se ha aburrido, ese que empezó a frecuentar con su nuevo trabajo. No es el lugar ni la comida, es que se está hartando de esa oficina gubernamental donde se siente atrapada, desorientada, desperdiciada.


La sensación del té bajando por su garganta la trae de regreso al balcón. Hoy es domingo, se dijo. Así que, se dispuso a disfrutar la dulzura del momento.


Entonces, resalta la música que había puesto. La letra de la canción que suena le recuerda a su primer novio, un estudiante de ingeniería química que tocaba guitarra clásica, pintaba al óleo y le horneaba pasteles. Se ríe para sus adentros: a partir de haberlo dejado, todas sus historias amorosas han sido un desastre. A sus casi 40 años, Mariela se pregunta si podrá ser madre.


Se pone de pie, con el antojo de salir a bicicletear un rato para evitar más recuerdos. No le importan las pantuflas ni la pijama. Sale a pedalear por los alrededores de su barrio.


A tan tempranas horas de un domingo, las calles todavía están adormecidas. Eso le gusta. Le permite cerrar los ojos en una pequeña cuesta y dejarse llevar por la gravedad. Respira hondo. El sonido de las llantas reventando las piedrecitas del camino la transportan al pueblo donde vivía su abuela, donde pasó gran parte de su niñez. Cómo le gustaría estar un tiempo por allá, lejos de la ciudad y cerca de su inocencia.


Un bocinazo la saca de su letargo. Deja de pedalear y permite que su acelerado corazón descanse. Se sienta en la acera, debajo de otro encino como el que ve desde su casa.


A lo lejos escucha la narración de un partido de futbol. No distingue la casa de la que proviene, pero puede imaginársela: la mamá en la cocina prepara el desayuno, los niños revolotean en pijama por toda la casa y el papá pone su partido a todo volumen en la sala, opacando las risas y los juegos de los pequeños. Así habían sido algunos domingos en casa de sus padres.


No es posible, se dice. Debo distraerme para no seguir viajando en el tiempo. Así que, vuelve a la bicicleta y se dirige a la casa de su mejor amiga para que la anime con las historias de sus más recientes conquistas.


El fin de año siempre le afecta a Mariela. Y los domingos, suelen caerle recuerdos que la hacen sentir más sola.



Foto por Sydney Rappaport.

5 comentarios:

Seletenango dijo...

Los domingos fríos sieeeeeempre hacen recordar el pasado!

Marlen dijo...

Decile a Mariela que sí va a ser mamá...definitivamente! Te kero...como siempre hay unas gotitas queriendo salir de mis ojos.

GavilaSavilaMavila dijo...

Cabal....como dice Selene los domingos siempre traen esos recuerdos...esa nostalgia de una yer que no volverá y que aunque volviera no sería igual!

Juan Pablo Dardón dijo...

"su primer novio, un estudiante de ingeniería química que tocaba guitarra clásica, pintaba al óleo y le horneaba pasteles" Sí, ficción sin duda. Yo que fui estudiante de ingeniería te puedo decir que a lo sumo lo que llegaban los de la fac, tanto Landívar como USAC, eran a hornear pasteles de mota, jaja! Abrazo Wen!

Kary dijo...

Que bonito!! Yo conocí a una chava así una vez... no estoy muy segura pero creo que también le gustaba recordar cuando estaba sola en las mañanas domingueras.

Ella también tuvo fracaso tras fracaso en lo sentimental y también le gustaba recordar el pueblo de su abuelita. Ella también tenía miedo de tener hijos...

Imagino que podrían ser buenas amigas... decile a Mariela si no quiere juntarse con ella una mañana de domingo a recordar juntas!!

Te amo!