sábado, 2 de abril de 2011

¡Escúchennos!

Ayer, durante la II Muestra de Cine Internacional "Memoria, verdad y justicia", vi el documental "Que el diablo vuelva al infierno".

Muestra los logros de un grupo de mujeres que, cansadas de ver cómo sus familias pasaban hambre y miedo, de cómo los niños desde los 8 años perdían la inocencia con un fusil en la mano, y cansadas también de las constantes violaciones sexuales perpetradas a sus hijas, exigieron la paz en una Liberia dominada por la violencia.

Con su manifestación pacífica, le dijeron a los hombres "nosotras somos su conciencia" y lograron no sólo que se sentaran ambos bandos en guerra a negociar la paz, sino que también fueron las protagonistas del desarme y las más comprometidas durante una campaña por la votación democrática. Casi que llevaron de la mano a los hombres liberianos por el buen camino.

Después de conocer esta historia, quedó en el ambiente una especie de llamado a todas las mujeres a salir del letargo, reconocer el poder que tenemos (pues nuestra naturaleza nos ha proporcionado ciertos dones como la intuición y la ternura) y a aprovecharlo para apoyar causas que parecieran perdidas.

En lo personal, me quedé reflexionando acerca de esa conciencia innata que tenemos las mujeres, esa que nos permite aconsejar a otra persona, consolarla o simplemente escucharla. Esa que nos obliga a ver más allá de nosotras mismas y preocuparnos por alguien o bien, entregarnos de lleno para cuidarlo.

No digo que el hombre sea malo por naturaleza y que nosotras seamos superiores. Para nada. Tenemos grandes diferencias físicas y psíquicas, pero eso no nos hace mejores a las mujeres. Lo que sucede es que, muchas veces nos toca agarrar con nuestras dos manos el rostro del hombre y regresarle suavemente la mirada hacia nosotras, pues se distrae con el poder, el egoísmo, la violencia y a veces, con la cobardía. Lamentablemente, algunos nos tachan de locas, nos dicen que no los comprendemos, piensan que exageramos.

Así que, hombres: escuchen a sus madres, a sus abuelas, a sus esposas, a sus novias, a sus hermanas, a sus hijas... porque si no lo hacen tengan por seguro de que se están perdiendo de información muy importante.

Y mujeres: hagámonos escuchar de las formas más sutiles posibles, fieles a nuestra naturaleza. Yo sé que es muy difícil porque a veces nos domina la rabia o la sensación de impotencia, pero debiéramos canalizar esa energía en insistir e insistir hasta que reconozcan el valor de nuestra palabra.