jueves, 13 de agosto de 2009

Obligado autorretrato

Siempre he pensado que mi vida empezó a los 19 años de edad. Hasta entonces, había vivido de acuerdo a las reglas familiares y en estricta obediencia. Hasta entonces, me prohibí a mí misma expresar lo que sentía acerca de mis padres, mis abuelas, mis tías y mis amigas del colegio de monjas.

Como en muchas familias guatemaltecas, a las mujeres nos correspondían los niños y el hogar. Así que, para nadie fue una sorpresa que como hermana mayor, me haya dedicado a ayudar a mi mamá en el cuidado de los más pequeños y en el aseo de la casa.

Otra cosa que venía por añadidura a mi niñez, eran los estudios. Venían hilvanados a mí, como una especie de traje sastre que iba cosiendo año con año, hasta lograr entrar en la ardua vida de trabajadora. Pero como era costumbre, la Universidad también la empecé de acuerdo a lo que mis padres querían. Me convencieron de que una Ingeniería me aseguraría un futuro económicamente estable, pero nunca me hablaron de las frustraciones emocionales que me acarrearía.

Un día, a mis 19 años, decidí cambiarme de carrera, sin decírselo a nadie. Me inscribí en Ciencias de la Comunicación. Y un par de años más tarde, me fui de casa, a vivir sola. Por fin empecé a escribir mi vida.

Descubrí en mí, capacidades que jamás había imaginado, gustos que nunca me hubiera permitido, pero especialmente supe que me gustaba expresar lo que sentía y que me sentía más cómoda si lo escribía.

Por ahí guardo varios cuadernos con una especie de poesía que hasta este año estoy rescatando. Y aún conservo varios diarios físicos que con el tiempo, se transformaron a digitales y que se han ganado seguidores por medio de este blog.

Cuando trabajaba para la revista dominical de Siglo Veintiuno, una experiencia marcó el camino que he querido seguir en esta profesión: el periodismo narrativo. Aquella historia que conté acerca de la comunidad xinca en Guatemala, me motivó a buscar una transformación en la manera de hacer periodismo en mi país.

Había podido viajar al suroriente y descubrir que, contrario a lo que decían los académicos, los xincas eran miles, estaban trabajando por rescatar su idioma y empezaban a organizarse para reclamar las tierras que les correspondían históricamente.

Luego, en el año 2004 fui becada por la Fundación Nuevo Periodismo Iberoamericano para asistir al Taller de Periodismo Cultural y desde entonces, me acerqué a Tom Wolfe, Truman Capote y Tomás Eloy Martínez.

Gracias a toda la curiosidad que quedó sembrada en mí, pude viajar a Chile, Argentina y Perú, exclusivamente en busca de literatura de no-ficción. Durante esa expedición descubrí a Etiqueta Negra y Gatopardo, revistas que aún no dejan de sorprenderme. Ejemplos que hemos intentado replicar en Guatemala junto a otros colegas, pero que han sido infructuosos.

Yo quiero escribir historias y subsistir con ello, pero desde hace varios años que esos fracasos me han hecho bajar la guardia. Eso, y el hecho de que para sobrevivir, he tenido que ocuparme en la comunicación institucional.

Hace algunas semanas que me receté una dosis más de esperanza para recordar que no todo está perdido, que aún no es tarde para continuar con lo que empecé. Ojalá vea muy pronto los frutos de este esfuerzo de ahorita. Ya veremos...

4 comentarios:

Villacinda_ dijo...

:)

GavilaSavilaMavila dijo...

Pero lo importante es no dejar de soñar amiga y recordá que los sueños los escogemos, así que de nosotr@s depende que se hagan realidad! :o)..además, tenés una habilidad natural para escribir, es sin duda, tu pasión, así que sólo es de darle un poquito de tiempo al tiempo...lo demás, vendrá solo!

David Lepe dijo...

Éxitos... para mientres, seguí escribiendo.

Anónima dijo...

Deseo que logres eso que anhelas. Por lo menos veo que vas en el camino correcto. :o)