jueves, 3 de diciembre de 2009

Dulce compañía

Entré sin hambre al comedor de siempre. Me inserté en esa nube de humo blanco con olor a churrasco y decidí ubicarme en la mesa más cercana a la puerta, para evitar -según yo- que ese aroma se impregnara en mi ropa.

El amplio lugar se llena regularmente de oficinistas que salen a almorzar o de familias pequeñas que andan de compras por el mercado central. A quienes llegamos sin compañía nos toca sentarnos en unas diminutas mesas empotradas en la pared. Así que, fui directamente a ocupar uno de esos asientos.

Apenas estaba acomodándome cuando me habló una señora mayor -yo le calculé 60 años- y me preguntó si iba sola. Al decirle que sí, me invitó a acompañarla. "Así nos hacemos compañía", me dijo. No me pareció mala idea.

Ella ya tenía su plato servido: una porción de pollo asado, verduras y arroz. Yo intentaba ubicar a la mesera, mientras ella empezaba una interesante conversación.

Me habló de muchas cosas que dicen los periódicos, la reforma fiscal, el presupuesto del 2010, el impuesto a los celulares... "Qué bien informada está", pensé. ¡Y qué lúcida! Ella llevaba la batuta en la plática y era ella quien llamaba constantemente a la señora para que me llevara mi comida, mi tenedor, mis tortillas.

Poco a poco me fue revelando cosas más personales: es jubilada, nunca se casó, no tiene hijos, siempre vivió con su mamá, le gusta ir a las iglesias, su casa se incendió "en la época de Laugerud", su verdadera edad es 77 años y hoy, quería comprarse un pastelito en De Imeri.

Al terminar de comer, me regaló un chicloso de pera. Me preguntó que si podía encaminarla, pues al fin y al cabo íbamos a tomar el mismo camino.

De todas sus anécdotas e historias, me quedo con un comentario que me hizo y que me humedeció los ojos. Me agradeció mucho el momento que compartimos y me dijo que soy "una dulce compañía".

6 comentarios:

David Lepe dijo...

hermoso.

Allan Martínez dijo...

Uufff, las historias de los viejos. Yo conocí a uno en el Camip que me contó su vida de maestro y que le encantaba la filosofía y tenía muchas ideas, pero no las podía escribir porque no sabía cómo y por donde empezar. Llegué a la conclusión que el pobre estaba atrapado en su cuerpo y no podía hablar. Es para un post. Lo intentaré escribir. Wewy me gustó mucho tu cuento un abrazote

Wendy García Ortiz dijo...

No es un cuento! Es real, te lo juro!

Trapis dijo...

Que lindaaaa! las personas nos dan vida cuando no lo esperamos, nos hacen creer de nuevo, soñar, y compartir esos instantes que se quedna guardados...EN UN POST!

GavilaSavilaMavila dijo...

Ahhh la dulce compañía de la Negrita...sí amiga, sos una dulce compañía, y 13 años de amistad respalda esta afirmación! Qué lindo que por un momento marcaste la diferencia de esta señora sacándola de su estado de soledad permanente..y como siempre, lo contaste de manera única! Un dulce abrazo! :)

Kary dijo...

No te asombra que uno al inicio piensa que le está haciendo un favor a alguien más y al final uno es el que sale más favorecido?? jejeje

Un abrazo heimanita!